Todos estos recuerdos me visitaron en la conversación de mi hija. Luego de unos días de confusión, malestar, desaliento, me pregunté, ¿qué puedo hacer por mi hija para que se sienta mejor, tenga otro juicio del colegio y los profesores?. Dedicamos muchas horas a apoyarla, a guiarla en sus estudios. Por último decidimos cambiarla de colegio, pues las notas nos indicaban que ese año no sería promovida. Cambiarla era una opción dolorosa para mi hija, tendría que separarse de sus amigas. Ese verano y las vacaciones lo pasó mal, lloraba, se sentía culpable, tenía mucha rabia acumulada. Le explicamos muchas veces que a veces es mejor repetir un curso para tener más tiempo y aprender a organizarse mejor y desarrollar más confianza en sí misma, logrando posteriormente un mejor desempeño como alumno y con más alegría vivir la vida de colegio.
Todo este proceso me motivó a hacerme cargo de que algo aportaría más allá de canalizar a mi hija. Comencé a sistematizar mi trabajo como Coach identificando ciertas distinciones y competencias que a mi juicio serían muy útiles aplicadas en el dominio de la educación. Lo primero que diseñé fue un Diplomado que se dictó en tres versiones en una Universidad de la Capital. Pasaron tres promociones de profesores con los cuales viví una experiencia de aprendizaje muy significativas.Me dediqué a escucharlos y a comprender mejor que participación les tocaba a ellos liderar para que los alumnos desarrollarán una actitud de cercanía y afecto por el aprender, por el colegio.
Me asombraba cada día al constatar que era la relación emocional entre el profesor y el alumno la que marcaba el primer piso para sustentar el aprendizaje: El amor, la confianza y la ambición por aprender y querer ser más como persona, comenzaba a emerger como condición relacional y de contexto fundamental para el aprendizaje efectivo. Comprendí que un vínculo significativo entre el alumno y el profesor cambia la importancia que el tiene en la la construcción de la propia imagen del niño. Así una palabra, un gesto bastaban para abrir posibilidades y que los niños creyeran que es posible alcanzar lo que quieren.
El Docente interviene el mundo emocional desde donde surgen las posibilidades para aprender. El mundo emocional nos otorga límites o poder para aprender y alcanzar logros.
Los invito a explorar las competencias de Coaching aplicadas a educación las que desarrollo en mi libro El Docente Coach: la revolución del aprendizaje