
Permítanme iniciar esta conversación con la siguiente declaración; el líder no tiene ningún poder si no hay alguien que le de la autoridad y valide sus conversaciones y propuestas. Los seres humanos somos poderosos, inteligentes y creativos. Esta declaración se fundamenta en constatar que cuando alguien elige una opción, o toma una decisión, le otorga en ese acto curso y sentido a su voluntad, inclinándose en una dirección y no en otra, así define su trayectoria y futuro. En estos actos expresamos nuestro poder de acción y trasformación del mundo; tomamos, soltamos o nos aferramos a ciertas posibilidades. En este contexto, la emergencia del liderazgo se funda en el reconocimiento y legitimidad que los colaboradores le otorgan a una persona, aceptando consciente o inconscientemente su poder de influencia, quienes juntos, desde un espacio de afectación y confianza, comparten en la complicidad del conversar posibilidades y alternativas para emprender las acciones orientadas a la resolución de sus requerimientos y a concretar los desafíos que la vida les muestra.