lunes, 9 de octubre de 2017

Siempre hay tiempo para conversar y aprender

La vida es un conversar que fluye en el tiempo, desde su inicio hasta el final, y lo único que tenemos entre estos dos puntos es tiempo para aprender. El cómo conversemos en este tiempo marcará la diferencia en la calidad de nuestra vida, experimentada en el ahora y en el aquí, como también, será un predictor de como llegaremos cognitiva y emocionalmente al cierre de ella. Las conversaciones abren o cierran posibilidades para nuestro bienestar y para la efectividad que alcancemos en nuestro desempeño, en otras palabras, construyen muros o puentes redundando en bienestar o sufrimiento respectivamente. Lo que logramos en esta vida está mediado por la calidad de las conversaciones y el uso que le demos a este único y valioso tiempo que estamos viviendo conscientemente. Por ello esta conversación, que desarrollo en estas páginas, la necesito compartir, pues es para mí también una fuente de esperanza para el tiempo que estoy viviendo. Aún siento que necesito aprender a escuchar más y mejor cada día, para lograr un conversar más virtuoso y así entregar un servicio más luminoso. Siento y creo que las palabras serán los guardianes de mi bienestar y efectividad, por eso cuido mis pensamientos y mis conversaciones con quienes me relaciono diariamente, en mis distintos dominios de vida, pues nos afectamos con ello y desde ahí construimos nuestro devenir.
“La escucha puede bastar para sanar. El oyente no debe hablar, pues el hablar ya serían juicios y equivaldrían a un posicionamiento. Escuchar es un inhalar que no se anexiona al otro, sino que lo alberga y lo protege. El oyente se vacía, se vuelve nadie La pasividad de la paciencia es la primera máxima de la escucha. El oyente se pone a merced del otro, sin reservas. Mis palabras, mi juicio, incluso mi entusiasmo, siempre hace que algo muera en el otro. Y cuando empezamos a no poder escuchar, empieza la muerte del otro. Los mensajes de Twitter no van dirigidos a una persona concreta. La comunicación digital me interconecta y al mismo tiempo me aísla. Destruye la distancia, sin generar ninguna cercanía personal. Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en intercambio de información. Al escuchar, no se produce ningún intercambio. La escucha es una acción que implica una participación activa en la existencia de otros y también en sus sufrimientos. La escucha enlaza e intermedia entre personas para que ellos configuren una comunidad. El tiempo del otro, es el tiempo que le damos a los otros escuchándolos.” (Extracto Libro La expulsión de lo distinto de Byung-Chul Han) En mi proceso de desarrollo y evolución de mi consciencia, me he dado cuenta que cuando más aprendido sobre mí es cuando he soltado las certezas, los pre-juicios, las ideologías, y como un niño me he sentado en la reflexión, para mirar desde ahí los resultados de mi caminar, con la frescura y liviandad de la contemplación, en ese espacio donde se desvanece y fallece el rendimiento como una pulsión ansiosa de producir para un otro. Cuando he tenido distintos quiebres, producto de que no me he escuchado profundamente o no he dejado que aparezca el otro, cuando algo no ha funcionado, sin conexión, sin comprensión y consideración, donde el convivir se ha fracturado. He mirado estas experiencias desmenuzándolas parte por parte, para volver a recomponerlas, cambiando las coherencias de cada una de ellas. Así va emergiendo en mí una nueva conciencia, que es producto del encuentro de mi ser más profundo, de un nuevo escuchar desde el silencio, en un acto solemne de intimidad, donde soy testigo de ser parte y todo de la maravilla de la diversidad creativa. En este proceso de desarrollo de mi consciencia me voy atreviéndome a soltar y a jugar con mis emociones, creencias, actitudes, hasta que de pronto todo empieza encajar, a producirse una nueva alineación en mi ser, una paz en mi estar y andar, en mi conversar, en la entrega hacia a mi familia, mis colegas, equipos de colaboradores, mis clientes y el entorno, que quiero hoy develar. Es mi alegría de compartir lo que he descubierto, aquello que me hace sentirme más feliz y realizado, lo que me ha animado a abrir estos aprendizajes, presentados como conversaciones en las páginas de este libro. Hoy las ofrezco para seguir aprendiendo y así juntos colaborar en la construcción de un mundo más pleno e inclusivo.

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