Felicidad
como aprendizaje vital
He titulado este ensayo y las reflexiones asociadas con el
nombre de Felicidad como aprendizaje vital, con el propósito de aportar una
mirada distinta al tema, desde mi perspectiva y experiencia como facilitador y experto
en desarrollo socio-emocional de personas y culturas organizacionales.
La Felicidad es un tema que cada día se pone más en boga,
penetrando espacios donde hasta hace años atrás no se mencionaba en la agenda
pública, quedaba atrapado en el laboratorio, la academia o lo manejaban sólo una
élite social e intelectual. Hoy es un tema que invade las redes sociales, los
medios de comunicación y “apasiona a la opinión pública” en encendidas tertulias.
Es común encontrar cada día más líneas de investigación que se aproximan a
mirar la felicidad en el trabajo, la felicidad organizacional, la felicidad en
las relaciones, la felicidad en familia, la felicidad en la biografía de las
personas.
A lo largo de la historia occidental se observa una gran
variedad de planteamiento desde la antigüedad hasta el día de hoy sobre este concepto,
filósofos, religiosos, científicos y artistas, entre otros, han perfilado cada
uno de ellos distintas explicaciones y significados a este fenómeno humano tan
particular. Así destacan postulados de la felicidad como un bien común
superior, un valor universal, una virtud maestra, un sentimiento, una emoción,
un derecho, un estado del alma, una promesa divina, entre otras.
La
felicidad como distinción en el lenguaje
Hace más de 70 mil años atrás el Homo Sapiens comienza a
organizar su vida en torno a pequeños grupos que se especializan en desarrollar
funciones básicas para la sobrevivencia; recolectar semillas y frutos, elaborar
utensilios, herramientas y artículos básicos para realizar sus actividades de
la vida diaria en comunidad y, otros, especializados en cazar y pescar. Esta re-organización de las comunidades
tiene como efecto no deseado el disgregar a la comunidad originaria en
sub-grupos, los que comienzan a realizar sus tareas separándose físicamente de
la comunidad de origen, desacoplándose del todo integrado.
Las tareas que hasta ese momento realizaban los integrantes
de la comunidad mirándose cara a cara, en aquello que llamamos presencia-presente,
espacio relacional donde todos se sentían y presenciaban lo que hacía cada uno,
se rompe. Este modo de ser, estar y relacionarse en el presente, es mutado a un
espacio relacional de la ausencia física, donde algunos miembros de la
comunidad migran de su seno a realizar sus tareas. Esta separación física produce
el efecto de la presencia-ausente. Al no estar conectados físicamente los
miembros de la comunidad sienten recíprocamente la ausencia del otro y se
preguntan; ¿dónde están, con quién están y, ¿qué hacen? Estas inquietudes emocionales disparan
exponencialmente el desarrollo y evolución del lenguaje.
Cuando el hombre
comienza a buscar las respuestas a estas inquietudes emerge un nuevo mundo ficticio
o de posibilidades, en una suerte de narrativa “chismosa “que cambiará para
siempre la historia de la humanidad. Este nuevo lenguaje y creación de mundos
individuales y colectivos ficticios, supera el modo de vida y relacionarse que
se tenía hasta ese momento, el que era muy similar al del mundo animal.
Hasta ese momento los hombres y animales compartían las
mismas funciones, protegerse, alimentarse y reproducirse. Al aparecer un mundo
nuevo de otras distinciones lingüísticas, de posibilidades que habitan en el
imaginario individual y colectivo es, tal vez, la primera vez que se comienza a
hablar de “sufrimiento por la ausencia del otro” y se toma conciencia de otras emociones
como la desconfianza, los celos, la ansiedad.
Nuevas sensaciones, emociones y
distinción lingüística de éstos fenómenos empujan el desarrollo nuevas habilidades
para pensar, conocer, conversar y aprender. También aparece la noción del tiempo,
hablando de un antes y un después.
Gracias al desarrollo del lenguaje y a los mundos ficticios se
construyen las civilizaciones, apareciendo el orden social, la política, la
religión, entre otras construcciones narrativas, que permiten la evolución del
hombre en sociedad.
Hoy seguimos enriqueciendo nuestro lenguaje, incorporando
nuevos conceptos, distinciones y vocabularios asociados a otros dominios del
conocimiento, en todas las áreas que involucra nuestra vida. Seguimos con las
mismas inquietudes, buscando diversos satisfactores para construir nuestro
bienestar, adoptando modos de vivir diversos. En esa perspectiva aparece la
distinción conceptual de Felicidad y como creación lingüística nos genera
distintos significados que resonarán en cada uno de acuerdo a su historia.
El ser y el
hacer en su relación la con la felicidad
Así como actuamos
es como somos y lo que hoy somos es
producto de nuestros aprendizajes y de la herencia evolutiva que portamos como
especie.
Portamos aprendizajes básicos o primarios que se han
desarrollado en los primeros estadios de la existencia como seres humanos, los
cuales se instalaron para resolver el cuidado, la seguridad, protección,
alimentación y reproducción de la vida.
Como he plateado que somos lo que hemos aprendido a ser, de
alguna manera la forma en que percibimos, interpretamos, valoramos, apreciamos
y actuamos en la vida, es posible gracias a los aprendizajes tributarios de
nuestra historia personal, familiar y aún más allá de ello, a nuestra historia
que nos antecede como especie y humanidad.
Postulamos a la felicidad como un modo de vivir, el que ha
sido adquirido en base a aprendizajes primarios, modelado en el seno de la
familia. Si las experiencias de los modelos de cuidado, valoración y respeto
por nuestro ser e individualidad, nos han generado un espacio para desarrollar
nuestra seguridad, autonomía y creatividad, contaremos con información o
background de experiencia vitales que, en el ahora y aquí, nos resonarán
positiva mente con lo que percibimos, hecho que nos facilitará apreciar los
hechos y circunstancias a nuestro favor. Contaremos con más recursos para
manejar los desafíos de la vida y vivir consciente mente en un modo de mayor
felicidad.
Como no todas las personas han tenido una historia sustentada
en el amor, la protección, valoración y en el disfrutar de las vivencias, lo
que vivan en el presente les resonará ya sea como una amenaza, una injusticia o
como desafío imposible de alcanzar y actuar efectivamente en él entorno. De
alguna manera este modo de vivir se ha instalado precoz mente, configurando un
engranaje emocional y juicioso (emoción/creencia) asociado, donde el miedo, la
rabia o la tristeza juegan un rol preponderante afectando el contenido de los
juicios para evaluar las circunstancias del presente. Más aún, desde estos engranajes configuramos nuestra
corporalidad, apropiándonos de un cuerpo para actuar y responder con ciertos
niveles de energía y los particulares movimientos asociados, que reportarán consecuencias
distintas.
Aprender a vivir desde la felicidad requerirá desactivar los
engranajes que sustentan un modo de vivir con bajo nivel de felicidad, como los
siguientes: a) miedo-amenaza-desconfianza; b) rabia-injusticia-resentimiento; c)
tristeza-imposibilidad-resignación. Estos engranajes ontológicos, es decir, de aprendizajes
primarios que se han constituidos en el núcleo medular de nuestro ser, desde donde
percibimos y apreciamos la vida, boicotean a felicidad.
Aprender a construir un modo de vivir de la felicidad
requerirá aprender a vivir desde la confianza vital para mutar la desconfianza
en seguridad y estabilidad. Aprender a vivir desde la paz y mirar el pasado desde
la gratitud para perdonarnos, perdonar y pedir perdón, liberándonos del resentimiento.
Por último, aprender a conectarnos con nuestra dignidad y ambición por emprender
con poder nuevas acciones.
Aprender un modo de vida desde la felicidad implicará superar
la lógica del pasado que nos constituyó en un protagonista individualista que
competía con todos y por todo o, en un protagonista luchador que se oponía a
todo por encontrarlo injusto o, en un protagonista víctima que creía que los
otros tenían el poder para resolverle su vida.
La felicidad es un modo de vida donde tenemos disponibles
emociones como alegría, ternura, erotismo y todas sus emociones derivadas y
combinadas, como confianza, gratitud, esperanza, optimismo, ambición, paz,
colaboración, integración, entre otras, para apreciar las experiencias que
vivimos con una actitud de aprendizaje, con una significación de oportunidad,
para sacar lecciones con sentido que nos fortalezcan, nos vitalicen y nos hagan
ser más resilientes.
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